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A lo largo del tiempo y en las diferentes culturas, hemos tratado de volver a la Unidad en esa incansable búsqueda de nosotros mismos, con esa sed que solo puede calmar la fuente primordial. Lo hemos visto en el Tao, en el budismo, en el cristianismo católico con San Juan de la Cruz y entre los musulmanes sufís con Rumi. Unas de las enseñanzas que se conservan y se han transmitido de forma ininterrumpida durante más tiempo son las budistas. La mayoría de las técnicas de meditación o de las terapias que se utilizan hoy día en occidente son prácticas de meditación budistas, a veces mezcladas con otras cosas. El sufismo también tiene esta parte de enseñanza que nos devuelve a lo que somos. En el hinduismo tiene que existir también aunque yo lo desconozco. Y en el cristianismo existió al principio con los primeros cristianos, los gnósticos. Después de la muerte de Jesús sus seguidores se separaron en diferentes sectas, en las que defendían doctrinas a veces muy diferentes; y cuando el cristianismo se convirtió en un instrumento de poder en manos de la élite imperante de ese momento –en el siglo IV– con el emperador Constantino I, seguramente estas enseñanzas secretas o iniciáticas ya se habrían perdido.